Numerosas luchas en empresas, servicios y negocios a lo largo de todo el país han demostrado que quizás cambiar el marco parezca en estos momentos algo lejano, pero que hay batallas que se pueden ganar. Que hay batallas que se están ganando cada día a golpe de compromiso, fraternidad y esperanza. A golpe de huelga
Las camareras de piso de dos hoteles de Bilbao han ganado la batalla. Después de más de mes y medio de huelga ininterrumpida, las cadenas NH y Barceló han cedido. Estas trabajadoras - que cobraban 2,5 euros por habitación limpiada- han conseguido un aumento salarial del 48%. Las huelgas no sirven para nada.
Los trabajadores de Correos habían convocado dos jornadas de huelga en diciembre y las han desconvocado esta semana después de que la empresa haya aceptado una subida salarial del 9% en los próximos años y la consolidación y reposición de miles de puestos de trabajo hasta 2020. Pero no olvidemos que las huelgas no sirven para nada.
A finales de noviembre y tras cuatro días de huelga, los médicos de atención primaria consiguieron que la Generalitat se comprometiera a garantizar un mínimo de 12 minutos de atención por paciente y una inversión de 100 millones de euros. Este año también, con una amenaza de huelga, los socorristas de Gipuzkoa han conseguido de 200 a 400 euros más al mes. Etcétera. Porque las huelgas no sirven para nada.
En Alemania -el espejo en el que nos gusta tanto mirarnos para comprar sus recetas de buen gobierno a.k.a. austeridad- este año la industria ha vivido las huelgas más importantes desde principios de los 80. Resultado: un aumento del salario del 4,3% y la posibilidad de reducir las semanas a 28 horas. En Alemania las huelgas nunca han servido para nada, por cierto.
Como ya explicó Isaac Rosa hace año y medio tras los paros de los estibadores, la recogida de basuras de Madrid, el aeropuerto de Ibiza o Cuétara, las huelgas no sirven para nada.
Aunque, en realidad, sí hay algunas huelgas que sirven para poco y son esas huelgas generales que pretenden vivir del exitazo del 14D de hace 30 años que se recuerda estos días, huelgas generales que se han ido desinflando y convirtiéndose en jornadas casi rituales, previsibles y folclóricas.
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