Abunda la casuística acerca de cómo fusionar dos empresas, de las ventajas financieras y fiscales que comporta el ejercicio de sumar: en la mayoría de los casos, los servicios – entre ellos las cadenas de suministro – se unen en una estructura que busca ahorrar costes y, en teoría, mejorar la eficiencia aunque a corto plazo produzca redundancias que algún día habrá que desengrasar [HP lo sabe por experiencia]. En cambio, una escisión produce el efecto contrario: en lugar de sinergias – siempre discutibles y a menudo engañosas – se producen ´desinergias` (sic), cuyo valor para esta operación se ha estimado en unos 450 millones de dólares [probablemente baja, con tal de vender la idea]. Hay que considerar que HP, en su formato actual, opera en 170 países a través de una compleja trama de sociedades subsidiarias e instrumentales, por lo que se trata de evitar que todo se duplique.
Naturalmente, la operación tiene costes, estimados grosso modo en 3.000 millones de dólares, que van a pesar sobre los resultados. Esto añade un riesgo a la de por sí delicada tarea de convencer a los accionistas de las bondades de la separación. Porque, aunque lleva un año hablándose del asunto, la ecuación del reparto accionarial no será definida hasta última hora, un elemento crítico para un juicio global de la trayectoria de Whitman como CEO. La paridad aparente es sólo aparente, si se despiezan las partes que compondrán las dos empresas que nacerán en noviembre.
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