miércoles, 27 de octubre de 2021

Cuidado jefe, despedir por negarse a la vacuna es ilegal en España

Las empresas deben seguir un rígido protocolo con todo lo referente a la inmunización y la privacidad de los datos sanitarios


La vacunación por el covid es importante, pero no obligatoria. Así lo dice la ley española. Nuestro sistema normativo protege, ante todo, la voluntad de la persona para recibir el pinchazo o no. En consecuencia, las empresas deben respetar esta decisión, lo que las ata a complejos protocolos en todo lo referente a la inmunidad de sus plantillas.

Así, preguntar sobre la salud del trabajador cuando no toca, o sancionar a los operarios díscolos, puede dar lugar a problemas legales. En este campo de minas, la firma de abogados Bird & Bird ha elaborado una guía legal sobre vacunas, donde compara la legislación de 19 territorios del mundo. En la dicotomía sobre libertad o salud, España es uno de los países donde se blinda la voluntariedad de la vacuna sin apenas excepciones.

Decisión personal
Ni las empresas españolas ni la administración pueden obligar a sus trabajadores a ser vacunados. Enrique Gómez, asociado del departamento de laboral de Bird and Bird, aclara que en España se trata "de una decisión personal", por lo que "deberá ser respetada y no podrá ser causa de despido". De la misma forma, negarse a recibir el tercer pinchazo tampoco puede ser un condicionante para conservar el puesto. La regla no varía incluso respecto a profesionales especialmente expuestos, como médicos, enfermeros o profesores.

En el caso de que el empleado alegue ante sus jefes razones médicas para rechazar la vacuna, los empresarios tampoco pueden exigir una prueba o certificado médico para comprobar si la excusa es cierta. De nuevo, "partiendo de que la vacunación no es obligatoria, no se podrán solicitar pruebas o información sobre los motivos por los que el individuo se niega a vacunarse", subraya Gómez.

Preguntas
Los jefes sí pueden, con la ley en la mano, preguntar a un trabajador si está vacunado o no. Forma parte de su potestad en materia de prevención de riesgos laborales para garantizar la seguridad en sus oficinas. Los empresarios deben medir si estos cuestionarios son proporcionales. No deja de tratarse de información médica muy sensible, por lo que el empleado, por su parte, tiene derecho a negarse a responder.

Test
Los trabajadores también pueden ser requeridos a realizarse un test o presentar un resultado negativo si se requiere su presencia en la oficina. Si se opta por esta opción, las pruebas deben ser costeadas por la empresa como garantes de la seguridad laboral y si el trabajador paga de su bolsillo, tiene derecho al reembolso. De nuevo, la exigencia de someterse a esta prueba debe estar justificada en motivos de seguridad laboral.

Tratamiento de datos
Si los empleados comparten estos datos médicos con su empresa, existen unos estrictos protocolos de protección de la información. "Son datos de carácter sensible que deben tratarse bajo las previsiones de la Ley de Protección de Datos", explica Gómez. Por lo que "su acceso será restringido y únicamente pueden conservarse durante el tiempo estrictamente necesario para la finalidad para la que se recogieron". Al tratarse de datos caducos, es previsible que el periodo de conservación "sea breve y deban ser borrados o anonimizados cuando ya no sean necesarios", agrega el experto.

Discriminación prohibida
Una opción tentadora es que el teletrabajo sirva para apartar de la oficina a aquellos que se nieguen a la vacuna. La idea, sin embargo, no es buena. La vacunación no puede imponerse como condición para acudir al puesto de trabajo de forma presencial, ya que supondría una discriminación respecto a los trabajadores que optan por vacunarse.

Así, si el empleado se niega a recibir el suero, la empresa debe garantizar que puede cumplir con su trabajo con las medidas que considere necesarias en la oficina.

Viajes internacionales
En cuanto a los viajes de negocios, cabe un importante matiz. Los trabajadores no pueden ser obligados a vacunarse; sin embargo, deben cumplir con las normativas covid de aquellos países donde viajen. En consecuencia, si el empleado no vacunado tiene problemas – por ejemplo, porque le imponen cuarentena en el destino al no tener el pasaporte covid en regla – la empresa en este caso sí podría imponer medidas disciplinarias.

LA VACUNACIÓN EN OTROS PAÍSES
Extremos. El informe de Bird & Bird recoge que los países analizados que más protegen la vacunación libre son Bélgica, Polonia y Eslovaquia. Por el contrario, la región de Hong Kong o Singapur otorgan más poder de control a las empresas.

Italia. La vacuna es un requisito indispensable para trabajadores de sectores sensibles, como médicos o profesores. A partir del 15 de octubre, tener el pasaporte covid en regla será, además, obligatorio para cualquier trabajador bajo pena de suspensión de sueldo. De esta medida sólo se libran los autónomos que trabajan en casa.

Francia. El país galo permite condicionar las ofertas de trabajo a la vacuna en el sector de profesionales sanitarios o asistencia domiciliaria a enfermos. Sólo en estos casos es exigible el pasaporte covid en regla y negarse a ello puede equivaler a la suspensión de empleo y sueldo.

Polonia. Las empresas no pueden obligar a la vacuna, pero pueden promover políticas para incentivarla en sus plantillas, como días extras u otros incentivos no económicos. Las autoridades permiten a los empresarios organizar puntos de vacunación en los propios centros de trabajo para empleados y familiares si se estima una vacunación de al menos 300 personas.

miércoles, 20 de octubre de 2021

El día que miles de obreros ocuparon la Seat y los grises mataron a Antonio Ruiz

 Se cumplen 50 años de la masiva huelga de octubre de 1971 que acabó en graves disturbios dentro de la fábrica y el asesinato de un obrero a manos de la policía franquista 


La madrugada del 18 de octubre de 1971, como cada inicio de turno en la Seat, cientos de obreros, llegados en autobuses, se amontonaban para acceder al recinto. Pero había ese día una imperceptible diferencia entre la multitud. Siete hombres, trabajadores despedidos por ser enlaces sindicales, se estaban colando en la que era la mayor fábrica de coches de España para iniciar una huelga, una de las más sonadas y violentas durante el franquismo y de la que ahora se cumple medio siglo.  

"Llegamos al Taller 1 y subimos al vestuario. Nos pusimos el mono. Cuando bajamos al taller, muchos trabajadores ya estaban esperándonos", recuerda Pedro López Provencio, uno de los siete dirigentes que entró ese día a la factoría de Zona Franca, en Barcelona, pese a estar despedido. Entonces tenía 27 años y era Oficial de Primera Técnico. Subido a un contenedor, recuerda las palabras que pronunció frente a los primeros congregados: "¡Compañeros! Tal como hemos venido anunciando y habéis acordado en las asambleas, los representantes sindicales despedidos hemos entrado para ocupar la fábrica y reclamar la readmisión. ¡Queda declarada la huelga general en toda la factoría!".  

Lo que siguió a esas palabras es historia del movimiento obrero. Miles de empleados se sumaron al llamamiento –se calcula que llegaron a ser 6.000– hasta celebrar una gran asamblea frente a las oficinas centrales. Pero el paro no dio los resultados esperados. El Gobierno Civil ordenó la entrada de la policía al recinto para restablecer el orden y se desataron graves disturbios durante horas dentro de las instalaciones. Hubo incontables heridos y la policía franquista mató de varios disparos a un trabajador que ni siquiera era militante: Antonio Ruiz Villalba. Tenía en ese momento 33 años.  

"Ese grado de respuesta represiva nadie se la esperaba. El grado de movilización de la plantilla era enorme y no pedíamos nada demasiado utópico, sino la readmisión de los delegados", recuerda Carles Vallejo, hoy presidente de la Asociación de Expresos Políticos del Franquismo y por entonces un joven empleado de la Seat y militante de las Juventudes Comunistas. Esa jornada la vivió Vallejo desde el exterior de las instalaciones porque, pese a ser también él un representante de los trabajadores despedido, se acordó que los que ya habían pasado por la cárcel mejor se mantuviesen al margen.
  
Una de las pocas imágenes que se conservan de esa jornada. La caballería de la policía en el exterior del complejo. Archivo Memorial Seat 

50 años después de esa huelga, Vallejo, López Provencio y otros de sus protagonistas han editado el libro 18 de octubre de 1971. La ocupación de la Seat. Narración y representación histórica, en el que repasan mediante numerosos testimonios lo que sucedió aquel día, en las jornadas de protesta siguientes y cómo esto impulsó la organización obrera en la Seat. La entrada de los grises en la planta y el asesinato de un compañero supuso un antes y un después para muchos. Y sitúa ese capítulo como uno de los más importantes de la lucha obrera durante el franquismo, junto con las huelgas de Bandas en Frío (1967), Siemens (1962) o Ferrol (1972). 

"En Catalunya seguro que no llegó a haber una ocupación con ese nivel de violencia policial", repasa Javier Tébar, profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de Barcelona (UB). La repercusión de la protesta, además, tuvo que ver no solo con su sangriento desenlace, sino con que sucediese en la Seat. No era una fábrica cualquiera, más bien al contrario. "En aquel momento representaba el modelo de empresa franquista", señala. 

La Seat, empresa icónica y 'militarizada'

En la España del desarrollismo, en los 60 y 70, la Seat entró en el imaginario de toda la población a través del Seat 600, símbolo de progreso. Fundada en 1949 por el Instituto Nacional de Industria, como gran apuesta industrial del franquismo, la Sociedad Española de Automóviles de Turismo (SEAT) fabricaba automóviles bajo licencia de la italiana Fiat. Sus ventas se dispararon durante los 60. Si en 1961 tenía 6.500 trabajadores, en 1971 alcanzaba los 24.000 (y llegaría a superar los 30.000). La fuerza de trabajo se nutría además de la inmigración, hasta el punto que los catalanes de origen eran minoría, el 15%, frente al 36% que constituían los casi 10.000 andaluces, según un censo de la empresa de 1974.  

"Se dice que representaba lo mismo que la Renault en París", ejemplifica Tébar. En el plano laboral, que por entonces iba muy ligado a las demandas democráticas, esto significaba que lo que ocurría en la Seat tenía mayor repercusión en todo el Estado. "Otra símil que se usaba mucho, sobre todo entre la militancia, era el dicho de que si la Seat estornuda, el resto del país se resfría", añade este historiador.

Antes de los 70, la organización obrera en la Seat era muy precaria, aunque ya había habido huelgas para reclamar mejoras laborales. "La plantilla era muy difícil de movilizar por la estructura militarizada de la empresa", explica Vallejo, que recuerda que los directivos procedían del Ejército. "Además, el régimen tenía mucho cuidado y había un equipo de la Brigada Político-Social solamente dedicado a la Seat", remarca este activista. 

Además del férreo control de la dirección, las condiciones de trabajo de los obreros rasos eran muy duras. Quizás suponían una mejora para los jornaleros que llegaban del campo, pero las exigencias de la cadena de montaje, sin apenas descansos, hacían mella en el físico de muchos y provocaban constantes accidentes laborales. Justo era el caso de Antonio Ruiz Villalba, que ese día, el 18 de octubre, acudía al centro de trabajo para entregar los papeles del alta médica. "Había estado 15 días de baja por un accidente en un ojo. Se reincorporaba al día siguiente", explica su sobrina, Sol Expósito. 

La batalla por la representación sindical

A finales de los 60 y a principios de los 70 cambiaron muchas cosas dentro y fuera de la Seat. El proceso de Burgos tuvo un importante impacto en la militancia antifranquista y, en Catalunya, el PSUC decidió aumentar su apoyo en fábricas como Seat. Surgieron en la planta las primeras comisiones obreras y se celebraban asambleas a la hora del bocadillo para organizar reivindicaciones. En diciembre del 70, tres empleados, entre ellos Vallejo, fueron detenidos, torturados en la Comisaría de Via Laietana, posteriormente encarcelados y despedidos.  

Pero el gran catalizador de la huelga del 18 de octubre fueron las elecciones sindicales de junio del 71, donde por primera vez se desafió al sindicato vertical con numerosas candidaturas vinculadas a las comisiones obreras. La mayoría de ellas arrasaron. "Los obreros estaban contentísimos, exultantes, parecía que habíamos tomado el Palacio de Invierno", recuerda López Provencio. Él era uno de los elegidos. Algunos despedidos, como Vallejo, también se presentaron pese a estar vetados y barrieron en sus secciones. 

"A los 15 días, la empresa pretendió que varios trabajadores del Taller 1 pasasen al turno de noche y ellos se negaron", añade. Allí se desató el enésimo pulso con la dirección, pero esta vez con representantes reales de los obreros con asiento en la Junta de Empresa. Sus exigencias derivaron rápidamente en el despido de 11 cargos sindicales, entre ellos López Provencio, y otros 33 trabajadores. "La reivindicación de la representatividad obrera está en el centro de ese episodio", señala Tébar sobre la huelga que vendría. 

Los disturbios del 18 de octubre

Lo que ocurrió ese 18 de octubre fue una auténtica batalla campal dentro de un complejo industrial, taller a taller, en el que los obreros respondieron a las cargas de la caballería y a los gases lacrimógenos con lluvias de tuercas, tornillos y bolas de acero que hacían resbalar a los caballos. Los altercados se iniciaron al mediodía, durante la gran asamblea, y se alargaron hasta las 19.00 o las 20.00. Nadie hizo recuento de heridos, porque muchos quisieron evitar la enfermería de la Seat para no ser fichados. 
 
Los enfrentamientos se desarrollaron a lo largo de la tarde entre talleres, almacenes de grasas, centrales térmicas, compresores, vehículos… “Los policías se encarnizaron”, asegura López Provencio, que explica que cargaban “sin orden ni concierto” y que la respuesta de los trabajadores tampoco se quedó corta. Los huelguistas, que inicialmente se contaban por miles, se parapetaban en grupos por los talleres y atacaban y se escondían por rincones del complejo que nadie conocía mejor que ellos.  

López Provencio, que hacia el final optó por esconderse y salir cuando todo había finalizado, nunca imaginó que la protesta derivaría en ese combate. "La idea era que una vez paralizada toda la fábrica y con la intención firme de que no nos iríamos, la empresa se avendría a negociar. Hasta aquí estaba todo calculado", afirma. Pero no sucedió así. El gobernador civil, Tomás Pelayo Ros, dio la orden de disolver la asamblea. 

"Las órdenes y la decisión de no ceder e ir a por todas llegaron de Madrid, desde el Gobierno”, opina Vallejo. En un contexto de principio de la crisis de la dictadura, Tébar va algo más allá en su análisis. "La entrada de la policía de aquella forma fue en si mismo una muestra de debilidad. Antes un conflicto como aquel lo hubiesen podido resolver sin la policía”, observa. 

En memoria de Antonio Ruiz

El libro 18 de octubre de 1971. La ocupación de la Seat, elaborado en su mayoría por personas vinculadas a CCOO, está dedicado a la memoria del fallecido Antonio Ruiz Villalba. Durante los altercados, este andaluz de 33 años recibió varios disparos de un policía y fue trasladado en estado de gravedad al hospital. Acabó falleciendo el 1 de noviembre de 1971.  

Lo que se sabe de su asesinato no se deriva de ninguna investigación, porque nunca se hizo nada para esclarecer los hechos. Según testimonios que han quedado en la memoria oral, un agente se habría descabalgado durante los disturbios y, desde el suelo, le habría disparado. “No fueron disparos al aire, porque a él le alcanzaron cinco o seis balazos en la barriga”, precisa su sobrina, Sol Expósito. 

Natural de Jerez del Marquesado, en Granada, Ruiz Villalba llegó a Barcelona cuando tenía unos 20 años. En la ciudad conoció a su mujer, María Expósito, que también era andaluza. Vivían en el barrio de Gracia. “Él no estaba en las comisiones obreras, no era activista de ninguna organización… Simplemente se encontró en esa situación”, declara su sobrina.  

Tras su muerte, ni el Gobierno ni la empresa se disculparon ni abrieron investigación alguna para reparar el dolor creado. “Esto es lo más grave. Había mucho miedo”, añade Sol Expósito. Sí le ofrecieron trabajo en la Seat a la mujer, pero ella lo rechazó. Tampoco quiso implicarse nunca en las posteriores reivindicaciones y homenajes a su marido que le hicieron en la fábrica, ya en democracia.  

En 2016, tras años de pedirlo, la Asociación Memorial Democrático de Trabajadores de la Seat logró que pusiesen el nombre de Antonio Ruiz a un paseo de la Zona Franca. Pero ni allí ni a los homenajes que se le hacen anualmente ha querido ir María Expósito. “Yo siempre se lo propongo a mi tía, pero me dice que no. Que no tiene fuerzas”, sostiene la sobrina.  

El mito de la ocupación

La sangrienta represión de la ocupación de la Seat dio pie a dos semanas de huelga y movilizaciones continuas de la plantilla, con marchas por la ciudad y una protesta en Plaza Catalunya. Hubo decenas de detenidos y despedidos, aunque muchos de ellos acabaron readmitidos con el tiempo debido a la presión de los propios trabajadores. A otros, como López Provencio, no se les permitió reincorporarse hasta 1977, en el caso de la Seat justo antes de que se aprobase ese año la amnistía laboral.  

Se puede decir que todo lo que rodeó a aquel paro sirvió de inicio a un período de conflicto permanente en la fábrica, muy vinculado a la lucha por la democracia. “Aquel fue un momento clave de concienciación obrera e incluso política dentro de la Seat. Fue un salto cualitativo para muchos obreros, que desde aquel momento se implicaron más directamente en la lucha”, resume Vallejo, que recuerda que con los años se llegó a mirar con cierto recelo a la plantilla de la Seat porque lograba mejores condiciones laborales que la media del sector.  

Una última consecuencia, menos perceptible, es que ese 18 de octubre nació también un mito de la lucha obrera. Un capítulo difícil de borrar. “Los trabajadores de la Seat mantienen el ritual, que se inició durante la Transición, de recordar cada año ese evento histórico. No creo que en Catalunya haya nada igual”, concluye Tébar.

miércoles, 6 de octubre de 2021

El trauma derivado de recibir un toque de atención en el trabajo puede ser accidente laboral

 La carta fue el incidente crítico que desencadenó una fuerte depresión en la empleada


El trauma derivado de un toque de atención del jefe puede ser causa de baja laboral. Así lo ha apuntado el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, en una sentencia de mayo de 2021. La empleada no tenía antecedentes psiquiátricos ni de tratamiento de enfermedades mentales. 

Recibir una comunicación empresarial que exige modificar el comportamiento en el puesto de trabajo es un acto objetivamente susceptible de producir en un trabajador una alteración del ánimo causante de una depresión. La trabajadora recibió una carta de la dirección de la empresa por la que era requerida para que de forma inmediata cesase en su conducta con sus compañeros y en su actitud en el trabajo, bajo apercibimiento de ser sometida medidas disciplinarias. En la carta se instaba al cumplimiento de las normas de convivencia de la empresa y se instaba a que se dirigiese a sus compañeros con respeto y buen trato, trabajando en equipo, sin incurrir en favoritismos en el ámbito profesional.

A los tres días de recibir la carta, causa baja por IT por crisis de ansiedad, siendo tratada en los meses sucesivos por sintomatología compatible con un trastorno de adaptación mixto con ansiedad y estado de ánimo deprimido de forma reactiva conflictiva laboral.

Incidente crítico
La Unidad de Seguridad y Salud Laboral de la Junta de Castilla y León, en su informe de prevención de riesgos laborales, certifica que fue la recepción de la carta de la empresa, el único "incidente crítico" que provocó la patología, y lo define como "trauma emocional o psicológico" y "acontecimiento poderoso, extraño o ajeno al intervalo de las situaciones que componen la experiencia normal", lo que revela una exclusiva vinculación, directa e inmediata entre el estado mental de la trabajadora y la causa que lo motivó, con expresa mención a que no se rompe el nexo causal por el transcurso de tres días hasta la baja médica.

La Sala estima el recurso y reconoce la contingencia como laboral porque no hay prueba de que existiera ningún otro elemento coadyuvante a la reacción psicológica de la trabajadora, ni externa, ni patológica, por lo que fue la recepción de la carta lo que desencadenó la incapacidad.

La trabajadora no tenía antecedentes psiquiátricos, ni constan asistencias o tratamientos por enfermedades mentales o alteraciones y/o condiciones patológicas del carácter. Tampoco constan factores externos al ámbito laboral que pudieran haber influido en su comportamiento con antelación a la baja médica o una personalidad de base que favorezca reacciones ansiosas.

En la medida en que el único elemento determinante de la incapacidad deviene de la situación en el trabajo, porque se creó una situación de tensión hábil para generar un episodio de crisis nerviosa y a la que siguió temporalmente el reconocimiento de un proceso incapacitante por ansiedad, la IT debe considerarse de etiología laboral.

Importante reflexión hace la sentencia al señalar que lo decisivo no es que los factores desencadenantes o, en general, la ejecución del trabajo, deriven de un ejercicio anómalo del poder directivo u organizativo empresarial o sean objetivamente estresantes, porque lo relevante es que la etiología laboral de la baja médica venga determinada por la particular incidencia que la prestación de servicios tenga sobre la trabajadora, porque una misma situación laboral puede ser causa de incapacidad para unas personas y otras no en función de su personalidad y de su capacidad para asumir las incidencias que en el trabajo puedan surgir.